Toda revolución política se nutre de una revolución cultural, donde pensadores y artistas promueven una renovación intelectual y espiritual que se supone debe responder a las aspiraciones del pueblo.
En pleno Mayo, mes de la revolución argentina, les proponemos una mirada a la Revolución Francesa. Cuna de las ideas de libertad e igualdad, la revolución puso fin al absolutismo. La burguesía, y en algunas ocasiones las masas populares, se convirtieron en la fuerza política dominante en el país. Pero ¿que lugar tuvo la música en la revolución?
Durante los años de la revolución se creó una estética nueva donde las masas populares pudieran encontrar la expresión de su sensibilidad. Una música del pueblo y para pueblo, en donde se formaban coros multitudinarios que ensayaban en las plazas.
El mismo Etienne Méhul compositor francés de la revolución decía: “el pueblo francés no es músico pero es sensible a la música. Con el tiempo cantará, y cantará bien (…) el pueblo debe cantar y la opera adoptará el canto del pueblo”. Así es que los himnos eran sencillos, con ritmos simples y líneas melódicas elementales, sin ornamentaciones y muchas veces con cantos al unísono incluso presentes en algunos instrumentos de la orquesta. La música estaba al servicio de un texto que debe transmitir el mensaje político.
Fuera de los teatros y de las salas de concierto, la Revolución generó una gran cantidad de música para consumir al aire libre en calles y plazas y la música dejó de ser el privilegio de unos pocos. Se sucedían celebraciones para festejar las victorias, así como despedidas a los héroes caídos en la revolución. La música militar y los himnos a la libertad se convirtieron en los géneros más utilizados. El dispositivo visual y sonoro debía ampliarse para lograr mayor impacto y las orquestas, bandas y coros aumentaron su cantidad de integrantes generando grandes masas sonoras. Además, cobraron una gran importancia los instrumentos de viento y de percusión. También se ampliaron las formas musicales que fueron cada vez más extensas. Para estas ocasiones los compositores crearon himnos patrios, canciones de despedidas para los ejércitos, marchas nacionales, himnos a la razón o a la libertad y marchas fúnebres para los héroes caídos. Todo esto llegó también a la ópera que fue junto con el teatro un medio fundamental de difusión. Las temáticas y argumentos cambiaron: los personajes eran por ejemplo presos políticos (este es el caso de Leonor o el Amor conyugal) y los hechos reales aparecieron en escena representando los ideales de la revolución.
Dos grandes compositores de esos años, François-Joseph Gossec y Etienne Méhul se dedicaron especialmente a componer música para la revolución. Éste último compuso gran cantidad de canciones patrióticas y de propaganda, la más conocida Chant du départ. Más tarde, fue amigo de Napoleón y se convirtió en uno de los primeros franceses en recibir la Legión de Honor.
Estas músicas influyeron en compositores del resto de Europa. Seguramente el caso más conocido es el de Ludwig van Beethoven, especialemtente en obras como su sinfonía Heroica, así como en su única ópera Fidelo.
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